La inclusión de los perros como miembros de la familia, ha hecho que tendamos a tratarlos como bebés humanos. Esto establece una comunicación incorrecta con el cachorro que puede derivar en graves consecuencias sobre su comportamiento. Es más fácil hacer las cosas bien desde el principio que corregir un problema de conducta derivado de una mala comunicación. Por tanto, un perro es un perro y debemos tratarlo como tal.
Para establecer una buena comunicación con él, debemos tener en cuenta por tanto algunas cosas:
- Los perros tienen su propio lenguaje, no entienden el nuestro y por tanto no es con palabras como debemos explicarles lo que está bien o está mal. No comprenderá que le expliquemos que no debe romper las cosas o que no debe robar los calcetines…
- Para explicarle el bien y el mal, deberemos recurrir a premios y correcciones que deberán aplicarse en el momento en que esté haciendo la acción. De nada servirá premiar o corregir algo realizado hace un rato porque no entenderá la relación entre la acción y la recompensa o la corrección.
- Con los cachorros funciona mejor la recompensa de la buena acción e ignorar o reconducir la mala acción. Los castigos no suelen funcionar y además pueden deteriorar la relación. Un “no” firme con una actividad de sustitución, debería ser suficiente. En ningún caso debemos emplear la fuerza física ni fuertes ruidos, gritos,… que lo asusten y deberemos estar atentos a sus señales de comunicación para no excedernos.
La mejor forma de no tener que castigar una acción, es evitarla en la media de lo posible. No dejar comida a su alcance, recoger los juguetes de los niños, delimitar su espacio mientras no tenga las pautas higiénicas aprendidas… son medidas disuasorias que funcionarán mejor y más rápido que hacerle entender que robar comida o juguetes no está bien.
¿SI SABE QUE NO LO DEBE HACER, POR QUÉ LO SIGUE HACIENDO?
Un buen ejemplo para entender todo ésto:
“ llegamos a casa y Boby además de hacerse pis y caca por toda la casa, ha roto el cojín del sofá. Evidentemente montamos en cólera y nos ponemos a gritarle, a enseñarle todo el destrozo que ha hecho, ha frotarle el morro en el pis para enseñárselo bien…
La próxima vez que salimos, nos encontramos la casa exactamente igual pero además Boby se esconde y agazapa cuando nos ve en vez de saludarnos feliz de que hayamos llegado”
¿Qué ha pasado?
En realidad Boby ha aprendido que cuando llegas a casa y hay pis y caca por la casa, lo vas a reñir. Por tanto, cuando llegas a casa y la ve sucia, automáticamente se esconde para que no le riñas. Es incapaz de relacionar el castigo con la acción de hacer pis o caca. Así pues, nuestro castigo, además de no enseñarle a hacerlo correctamente, le enseña a tenernos miedo.
Por ésto debemos adaptar nuestra comunicación a su lenguaje.
Estamos hablando de un castigo a destiempo, reñirle por un comportamiento que hizo en el pasado. Los perros viven en el presente, asocian las consecuencias de un comportamiento sólo si se producen en el mismo momento.
Llegados a este punto, cualquier reacción al destrozo producido que tengamos al entrar en casa, tendrá el mismo efecto que el castigo que aplicaste antes de leer este artículo, da igual que bajes el tono de voz.
Lo que debes hacer es entrar en casa siempre igual, sin prestar atención a los destrozos en nuestra ausencia, averiguar la causa y tratarla. Para ello necesitarás la ayuda de un veterinario especialista en comportamiento, un etólogo, que buscará la raíz del problema para darte una serie de modificaciones de conducta para ir minimizando el estrés o la ansiedad que genera dicho comportamiento.
EDUCACIÓN CANINA CON ESTÍMULOS Y REFUERZOS POSITIVOS
Para educar a tu cachorro, debes conocer el por qué de sus conductas, las necesidades de su especie y conocerlo a él de manera individual. Pretender por ejemplo que tu cachorro no orine cada 2-3 horas, es como pretender que un bebé avise para hacer pipi, es algo inadecuado para su edad.
Cuando gritamos, reñimos, castigamos a un cachorro, generamos una sensación de miedo y desconfianza que lejos de enseñarle algo bueno, empeora las conductas.
Como alternativa empleamos la educación con estímulos y refuerzos positivos. Se trata de premiar las conductas que deseamos, estimularlo para que realice las conductas que le enseñamos e ignorar las que nos desagradan.
Las recompensas de nuestros cachorros pueden ser en base a juego, comida, caricias, tono agradable…
Los perros aprenden por repetición y asociación de situaciones. A base de ejercicios por repetición, logramos hábitos de conducta que sustituyen o imposibilitan las malas conductas. Conviene asociar a las recompensas una frase positiva que siempre repetiremos, un simple “muy bien” sirve.
Podemos trabajar de esta manera el autocontrol, la obediencia, el agility… de forma satisfactoria y no con temor.
DEJA A TU PERRO USAR SU NARIZ
El olfato es el principal sentido de los perros. Con su olfato, logran recopilar una gran cantidad de información de su entorno y de sus congéneres a través de mecanismos especialmente desarrollados que les permiten detectar incluso feromonas caninas y moléculas de olor más grandes.
Olfatear activa su cerebro hasta tal punto que, los juegos de olfato o un buen paseo tranquilo que le permita ir olfateando, son más relajantes y cansados que una larga carrera. Su sensibilidad olfativa puede llegar a tener efectos tranquilizantes o estimulantes basado en la aromaterapia.
Puedes usar los juegos de olfato como recompensa en la educación en positivo o como actividad de sustitución para evitar malas conductas.